Hilvanando signos, mientras persistentes incopelusas relamen mi psique.

Monterrey. Domingo 23 de enero 2022, 9:30 pm
Acá hace un frío de la chingada seis grados y bajando más por la noche. 
Pero sé que en esta ciudad bipolar mañana quizás estemos a cuarenta grados. 

Tengo tres días sin servicio de Internet gracias a que Telmex se le ocurrió fallar justo en un fin de semana y con frío. 

Y  es cuando más lo necesito porque de viernes a domingo puedo ganar un extra con mis proyectos personales de diseño, impresión, o escribir algún encargo. 

Ahorita  lo estoy haciendo en el móvil, sentado en mi carro y está de la chingada teclear en esta pantallita.

El día se fue lento, leí un poco, le avancé a mi novela, creo que debo distraerme menos si no nunca terminaré ese proyecto.

Me preguntaba sobre eso, los proyectos a medias. Y me puse a leer un poco sobre el tema. Llegué a la conclusión que me falta disciplina, vaya descubrimiento. Que novedad tan novedosa ¿verdad? 

Pues parece algo simple. Ya sé el por qué, ahora falta el cómo.

Pero no, no es fácil, sobre todo porque según dicen los que saben la disciplina es eso que eres capaz de hacer aún y cuando no tienes ganas o motivación alguna para hacerlo. Osea hacerlo ó hacerlo. 

Ahí ya valió, estoy frito. Mi principal problema con la disciplina es eso precisamente. 

Si tengo que hacerlo, no lo voy a hacer. Lo hago cuando quiero no cuando debo. Si lo veo como un deber... Chale, habrá un conflicto interno que hará que quizá mande todo a la verga. 

Un día en una tienda deportiva había un casco según que era de la NFL y decía "no tocar" y la gente nada más lo veía, lo rodeaba y ya.

Había un vendedor que estaba cuidando que nadie se acercara de más, sobre todo los niños.
Yo como persona adulta y madura le hablé y le dije si me podía bajar unas gorras de un estante que estaba a espaldas de él y siempre atento me dijo. Claro que si.

Al darme la espalda para bajar las gorras aproveche y abracé el casco de americano, todos rieron y el pobre vendedor volteó a ver que era lo que pasaba.

Yo ya había dado un paso atrás del objeto ese tan infravalorado. 
La gente seguía riendo y él bastante sacado de onda me decía, cual es la gorra que le gustó. 
Yo solo le dije. Olvidalo,ya no me interesa, y todos volvieron a reír.

El pensó se burlaban de él porque lo hice que subiera al estante de las gorras.

Me aleje de ahí muy contento por mi acto de romper con la solemnidad con la que trataban esa cosa.

Platicandolo en psicoanálisis yo aún reía al recordar la anécdota pero la psicóloga en tono muy serio me dijo. ¿Por qué lo haces? No supe que decir en el momento. 

Aún hoy me lo pregunto, cómo me pregunto muchas otras cosas. Situaciones similares me la paso haciendo. Rayando incluso a veces en la ilegalidad, esto me a provocado algunos problemas hasta con las personas que he llegado a relacionarme. 

Ustedes que me leen ¿Cómo ven estos actos? ¿Qué harían si tuvieran una pareja que de repente hace algo así en una salida con ustedes?

Sería interesante saber su opinión ó alguna anécdota. 
¿Yo me estoy abriendo, tú podrías? 

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Saludos y gracias por pasar por aquí.Siento chido cuando veo las gráficas del blog en incremento.
¿Por último me harías un paro? Si te gusta algo de lo que lees ¿Podrías compartirlo? 

Ahora si, gus nai, gus bai. Voy por un café. 



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