La sopa


                         
Tenía días con un antojo de sopa de fideo con carne guisada con chile, así picosita y unos frijoles embola recién salidos.

Por una u otra razón pasaban los días y no podía concretar mi gusto.



Cuando por fin un día llegue mas temprano de lo habitual a casa, me propuse hacer de comer eso que tenía días en mi cabeza y que me hacía babear al pensar en la degustación de semejante antojo.

Me tardé mas en preparar la comida que lo que estuvo en mi plato.

No es por nada pero me han dicho que lo que cocino me sale rico. No lo sé. En realidad solo repito lo que se hacía en casa cuando mamá vivía, bueno al menos trato de replicarlo, es la meta siempre.Personalmente creo que nunca lo logro.

Así pasó éste día de sopa, frijol y carne. Estuvo rico, pero no sé, siempre queda esa sensación de que faltó algo.

Todo ese sabor y gusto que traía imaginando en mi cabeza no estaba ni cerquita de lo que cociné. Y no porque no estuviera rico. No claro que no. Cualquier otra persona diría que me quedó bastante sabroso. Pero no era lo que estaba en mi antojo.

No sé si alcanzo a explicarme.

Aún sentado a la mesa, disfrutando de un café, entré en reflexión.

¿De dónde venían esas ganas insoportables de comer sopa con frijoles?

¿Por qué sentía ésta sensacion de frustración y tristeza?

No era el sabor de la sopa, los frijoles o la carne lo que me hizo entrar en éste mood.

No claro que no. A veces nuestros deseos esconden cosas mas profundas. Que si no nos detenemos reflexionarlos creemos que pasan, pero no es cierto, muchas de esas veces se atoran por ahí en algún lugar de nuestra psique, formando bloques invisibles pero que tienen un peso muy cabrón.

Luego no te das cuenta porque te sientes como te sientes, por qué actúas como actúas, y todo por no hacer un espacio en el momento adecuado para darle lugar a eso.

¿Tanto pedo por una sopa? Has de decir si aún sigues leyendo esto.

Cómo dijo no sé quien no sé donde. Tu no sabes si el viento provocado por el aleteo de una mariposa puede llegar a convertirse en un huracán.

Y así fue como una sopa desencadenó todo un huracán dentro de mi.

Cuando niño llegaba de la escuela corriendo, hambriento entraba a la casa y me recibía el olor a sopa, a frijoles cocidos en el jarro de barro, humeantes en la llama de la estufa de petróleo.


El techo de lámina elevaba la temperatura en verano al grado que empapabas la camiseta.
Mamá me servía y ese olor y sabor era la gloria.

Ahora entiendo que no era la sopa, ni receta secreta especial. Era mamá la que armonizaba los sabores, era su amor y dedicación. Mi búsqueda e insatisfacción en la sopa es su ausencia. Ese vacío que ella dejó y que ninguna buena sopa va llenar.