Descripción en tarde de encuentro conmigo en un espacio de Mitras Centro en Monterrey




El repiqueteo de las campanas de la iglesia de Nuestra Señora del Refugio interrumpió mi abstracción.

Después de tanto tiempo de fluir me encontraba estancado sin poder hablar. Recostado en el diván veía tu imagen a través del reflejo del mueble frente a nosotros. Ante mi silencio estudias mis movimientos, o al menos eso quiero pensar.

Veo el techo, la pared. Los cuadros de Remedios Varo sin ser imágenes con esta connotación, me evocan rebuscados pensamientos sexuales. Soy yo y mis recuerdos de un pasado glorioso en el que una obra como esa al pie de una cama acompañaba algunos de mis orgasmos.

 Y ahora tú y tu buen gusto, la manera en que te mueves, en la que acomodas tu cabello detrás de la oreja. Tú y tus pecas, tu voz a mi espalda. Tú menuda figura, frágil y fuerte. Inspiración a mi nocturno onanismo. Esto de generar empatía por cuestiones profesionales debe ser un arma de doble filo. 

Las campanas continúan sonando, cierro los ojos y se abre una puerta al pasado. De nuevo fluyo y me desboco en una cascada de recuerdos. Tú voz la escucho entre mi lluvia y te imagino cabalgar mis olas con una calma de sabiduría milenaria.

Soy un monstruo que arrastra abismos, tormentas, con sus ventarrones, truenos, huracanes y mucha oscuridad a este mundo. No sé si es mi percepción, pero en ocasiones he sentido tu miedo y lo entiendo, pero no cedes y eso hace que más te admire.

Después y de apoco me viene la calma, me hablas. Y de nuevo en el reflejo del mueble te veo.  Quisiera un abrazo, pero no me atrevo a pedirlo, respiro y trato de impregnar mi olfato de tu ambiente, tu esencia, para usarlo de antídoto hasta que no vuelva de nuevo a este espacio de Mitras centro, cerquita de la iglesia de Nuestra Señora del Refugio. Amén.

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